domingo, 11 de diciembre de 2011

Algún día, lo prometo.

Y aquí estoy, otra noche más, con su olor impregnado en mi ropa, con su voz aun retumbando en mis oídos, con sus marcas en mi piel y su huella en mi corazón. No hace apenas diez minutos que la he dejado y ya siento que voy a morir, que no hay ser más perfecto que él. 


Y así imaginé mi escena ideal:
-Te quiero. -Dije con timidez.
-Te quiero.
-Quiero repetírtelo cuantas veces pueda y quiero demostrarte que no hago lo mismo que ella, que esto es de verdad.
-Te quiero, Hel, no lo haces, de verdad. 
-Lo he estado pensando, no.. no quiero hacerte lo que ella te hizo. No quiero dañarte.
-No me harás daño, Hel. –Sus manos se deslizaron con suavidad sobre mi rostro.
Mis ojos fijos en los suyos, casi podía ver mis lágrimas reflejadas en su mirada.
-No quiero ser un error para ti.
-Eres lo mejor que me ha pasado, Helen. De verdad. No eres un error, para nada.
Mis lágrimas comenzaron a recorrer mi rostro. Quise secármelas con los puños de mi camisa pero sus manos sujetaban las mías con firmeza. Tras mirarnos durante un instante me besó con suavidad.
-No quiero entorpecer tu camino… No quiero…
-Helen cállate –Acercó sus labios a los míos, sin que llegaran a rozarse- Te quiero, te quiero y punto. No entorpeces, no eres un error nunca me arrepentiré de ti. –Sus palabras, su dulce voz resonaba en mi paladar como si de un eco se tratase- Porque no hay que arrepentirse de nada, de nada sobre ti.
Culminó su última frase con un beso que resultó interminable. Me abrazó, me cogió en brazos y comencé a besarle, rodee sus caderas con mis piernas, se tumbó sobre mi, apoyándose en el suelo con sus brazos para poder continuar besándome, nos dimos la vuelta y mi pelo cayó sobre nuestros rostros cual velo, tapando nuestros fusionados labios. Y así pasamos la noche, con el calor de nuestros cuerpos como único refugio.


Llantos secos me acompañan en esta amarga noche, amarga porque su ausencia se nota hasta en lo más profundo de mí ser. Tengo sus manos marcadas a fuego sobre las mías, desde aquel 2012 no sé coger otras manos, no puedo coger otras manos, me hierven como agua bendita al diablo, que si no es él no es ninguno, que si no es él no soy yo.


Cuatro cero cero.