Patrick
-Hace frío ¿no crees? -cogió su cara entre las manos.
-No es un frío excesivo pero si es cierto que calor no hace. -se separó de él y giró la cara evitando el cruce de sus miradas- Se hace tarde, debería volver a casa.
-No sin antes despedirte ¿no? –El le lanzó una picara sonrisa- ¿Me darás por fin un beso?
-Claro –Se inclino sobre el y beso suavemente su mejilla- Adiós.
-Adiós –dijo el tras un breve silencio.
Patrick se quedó sentado en la hierba sin saber muy bien que hacer, se le había vuelto a escapar.
-No se que hago mal.- Dijo en voz baja.
Volvió a su casa deprisa, el aire era húmedo parecía que iba a llover.
Cuando entró por la puerta el intenso olor de la comida que su madre estaba preparando le dio en la cara como si de un bofetada se tratara.
-Lentejas otra vez, mama. ¿No te cansas de comerlas?
-No te preocupes, para ti no hay. Tu hoy cenas con tu padre.
-¡Que bien! –No era entusiasmo precisamente lo que denotaba aquel tono- Y… ¿Cuándo viene a por mi?
-En realidad… -No pudo terminar la frase, Richard adelanto a decir:
-Ya estoy aquí… Se que no te entusiasma la idea –dijo al ver la cara de su hijo- pero el juez dijo bien claro que te podía visitar cada dos semanas. Y si te molesta le lloras a tu madre, pero a mi me pones buena cara. ¿Queda claro? –Su tono sonó amenazante, pero Patrick no sintió miedo, ya no.
-Pues no quiero ir, y no voy a ir ¡Es mi última palabra! –Se metió en su cuarto y cerró la puerta.
Estaba harto de ser mangoneado por su padre, pero sabia que si era rebelde su padre lo pagaría con su madre, y el debía defenderla. Entonces la oyó gritar y dijo:
-Hoy es el día de plantarle cara, no dejare que la vuelva a tocar.
Salió de la habitación, y con un grito de guerra se abalanzó sobre su padre y le tiro al suelo. El cuchillo que Richard portaba, se le clavó en el estomago y sintió un profundo dolor.
Abrió los ojos y vio a su padre tirado sobre el y el cuchillo ensangrentado en el suelo. Quiso respirar y lanzar a su padre todo lo lejos que pudiera, sin embargo no podía moverse. Su madre empujo el cuerpo inerte de Richard y lo hecho a un lado para dejar respirar a Patrick.
-Pa…Patrick, ¿Por qué lo has hecho?
-Mama -fue lo único que dijo antes de quedar inconsciente.
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-Rindamos un minuto de silencio en honor a Patrick.
-¡Como! Pero… ¿Por qué? –Dijo Valentina con un tono amargo en la voz.
-Valentina, ayer Patrick, tuvo una disputa familiar y… bueno se arrojo contra su padre, que llevaba un cuchillo en la mano y desgraciadamente, se lo clavo…
-Pero, pero, ¿esta bien?
-Valentina el… -El profesor buscaba palabras que describieran el hecho de una manera menos brusca ya que siendo conocedor de la intensa amistad que los unía no sabia como podía actuar la chiquilla ante la noticia.
El rostro de la niña palideció, sintió que se mareaba y cayó. Deseó que todo hubiera sido una pesadilla, pero no lo era.
Se despertó horas mas tarde en la enfermería, busco a Patrick con la mirada desesperadamente. Entonces recordó que jamás volvería a verlo y sintió un inmenso vació por dentro.
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Era una fría noche de invierno. Valentina miraba la predicción del tiempo para los próximos días, no parecía muy alentadora, la semana iba a estar marcada por un fuerte temporal de lluvia y fuertes vientos. Ahora empezaba a asumir que no seria una buena semana para ella.
Se había tumbado en el jardín de la parte trasera de su casa. Pasaba la tarde viendo pasar coches y jugaba a acertar la marca. Pasaron todo tipo de coches, algunos eran modernos, otros eran viejos pero a la par bonitos, otros eran horribles; pero a ella le impresiono especialmente uno: un mercedes color blanco roto; era precioso, perfecto, el tipo de coche con el que todos hemos soñado alguna vez. El coche paro en la casa de enfrente a la suya, de el salió un hombre de pelo blanco y la cara surcada por arrugas; una mujer no mucho mas joven que el de pelo castaño claro y una niña de su edad mas o menos con el pelo rojizo. ©